Si a alguno de mis lectores le gusta el baloncesto, seguro que conoce a Paul Shirley. Pese a que no es, ni mucho menos, un jugador de renombre, este pívot se ha hecho muy famoso merced a sus incursiones en el mundo del periodismo. A través de la web de la prestigiosa ESPN, Shirley analizaba, en clave de humor sarcástico, algunas de sus vivencias en sus diferentes equipos, o las noticias más relevantes del básket a nivel mundial.
Tan celebrados eran sus artículos que hasta El País lo contrató como columnista. Sin embargo, sus esfuerzos se han ido al garete por un artículo que me dispongo a criticar, y en el que ha culpado a los haitianos de la suerte que han sufrido. Sí, como léeis: los haitianos han sido, en parte, responsables de que haya habido tantos muertos. El texto, lamentablemente, está en inglés, así que sólo os daré el link al mismo, para que os animéis a verlo aquellos que tengáis un buen nivel en ese idioma.
Para los que no sepáis ni conjugar el verbo 'to be', os desgloso algunas de las líneas maestras del escrito de Shirley. El pívot comienza diciendo que él no donará ni un céntimo para Haití, porque no tiene la garantía de que su dinero vaya a emplearse de manera constructiva. Su recelo sería comprensible (sinceramente, yo tampoco pienso dar dinero hasta que la situación esté más controlada, porque me niego a que los alimentos que se compren con mis euros acaben llenando los estómagos de los señores de la guerra haitianos), si no fuera por sus siguientes postulados, que se pueden resumir en esta frase suya: "Shouldn’t much of the responsibility for the disaster lie with the victims of that disaster?" - ¿No recae mucha de la responsabilidad del desastre en las víctimas de ese desastre?
Tras exponer una comparativa nada acertada con los hombres prehistóricos, Shirley critica que las condiciones de vida de los haitianos han sido las que han provocado tantas muertes, como el que habiten en viviendas poco estables o su elevada natalidad ("niños a los que no van a poder mantener", añade). De hecho, en este último sentido, el jugador indica que son los padres los que no se han preocupado de dar a sus hijos un lugar habitable, que resista catástrofes de ese estilo. Asimismo, tilda de indolentes a los haitianos, primero, por no haber mejorado sus infraestructuras para vivir decentemente; y segundo, por no haber depuesto a un Gobierno que tampoco ha hecho nada por evitar que esto ocurriera. Para terminar, Shirley apunta que él sólo ayudaría si estuviera justificado, y si las víctimas dieran muestras de querer cambiar su situación. De otro modo, "pierdo interés".
Señor Shirley, ¿de verdad cree que, si los haitianos pudieran, no vivirían en casas más resistentes? ¿No gozarían de hospitales mejor equipados? ¿No necesitarían una ayuda tan clamorosa? Haití no es pobre porque sí. La historia (que no trayectoria, señor Shirley) nos dice que, para obtener su independencia, tuvo que pagar a Francia 150 millones de francos de oro; que Estados Unidos (su querido país) invadió y diezmó a esa pequeña nación durante casi veinte años; que, cuando logró su soberanía, EE.UU. apoyó financiera y militarmente al dictador Pape Doc; y que, desde los años 80, el país es un caos, controlado por los señores de la guerra, los cuales obtienen sus armas de, efectivamente, Estados Unidos, sin que ustedes hayan movido nunca un dedo (teniendo la isla a pocas millas de su costa). Usando sus argumentos, diría, señor Shirley, que tienen ustedes una pizca de responsabilidad por lo que ha pasado en la isla caribeña, ¿no es así?
Ciertamente, como usted expone, hay países y personas que se dedican a malvivir de la caridad de Occidente. Eso es una realidad como un templo. Sin embargo, ahora Haití no está pidiendo para malvivir, sino para sobrevivir. Y es que el problema actual no son los miles de muertos, son las millones de personas que están sin hogar, agua corriente, medicamientos, comida y unas mínimas condiciones de sanidad. Si no se les ayuda, ¡MORIRÁN! No es una posibilidad, es un hecho. Darles la espalda para siempre (como usted va a hacer) es de cobardes.
Sí coincido con usted, señor Shirley, en que hay que mirar con lupa cómo se emplea ese dinero que se ha cedido. Haití no se tiene que reconstruir, ahí tiene toda la razón. Haití debe nacer de nuevo, y sola no podrá hacerlo. Usted dice que un país debe saber proveerse en todo tipo de circunstancia. Ya le digo que eso es imposible, del mismo modo en que un tetrapléjico no puede valerse por sí solo. Es indudable que la comunidad internacional debe estar pendiente de todo lo que allí acontezca en los próximos diez años, pero hay que echar una mano, o su destino será peor que el que tienen ahora.
Asimismo, me encantaría saber cuántos condones hay en Haití, y si se promociona la educación sexual por esos lares; o si ocurre igual que en África, donde los curas y chamanes promueven el sexo sin protección alguna. Yo, desde luego, no lo sé, pero estoy convencido de que es lo segundo. Claro que usted pensará que, en todas las naciones del mundo, se postulan unas relaciones seguras y una natalidad controlada y adecuada a las circunstancias. Si es así, permítame decirle que es un ingenuo.
Usted cree que todos los seres humanos podemos elegir cómo vivimos, pero, en millones de casos, eso no es así. Muchos no tienen alternativas, y se ven obligados a subsistir como sea. La injerencia del hombre blanco, con sus armas y medicinas (que han rebajado las tasas de mortalidad infantil y, por ende, han hecho que el alimento que era suficiente en el pasado, ahora escasee), ha llevado a infinidad de países a la ruina. Es cierto, algunos se han convertido en pedigüeños profesionales, pero, ¿qué pueden hacer si no? ¿Sublevarse? Siento decírselo, pero las pistolas y la comida las tienen otros, los que los oprimen desde el poder (o la oposición). La caridad debe replantearse, es verdad. Hay que empezar a construir de cero todos esos lugares, pero sin nuestra guía, esa tarea se les antojará imposible. Y si no echamos una mano a Haití, jamás saldrá del agujero que ha creado el terremoto.
Señor Shirley, me alegra que le hayan despedido de ESPN. Confío en que El País haga lo mismo pronto. Se lo ha ganado a pulso. No digo que no tenga motivos para pensar así. En cierto sentido, hasta estoy de acuerdo con usted, pero se le ha olvidado algo: pensar menos con la cabeza, y más con el corazón. Al menos, en circunstancias así, es lo que debe primar en un ser humano de verdad.
No hay dos atunes iguales
Hace 2 meses
2 comentarios:
Hay gente que cada vez que habla hace que suba el pan ¬¬ Uno más para esa laaaaarga lista.
La suma de pobreza y catástrofes naturales hace que el número de víctimas sea espeluznante, pero ¿es que acaso eso hace el drama algo menor? Es como si para algunos solo fuese un drama cuando las víctimas son "gente bien". ¿Dónde tienen la sensibilidad, el alma?
Totalmente de acuerdo con Nani, mejor se hubiese quedado calladito.
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