Antes de que vuestras truculentas cabecitas empiecen a pensar que esta es la prueba definitiva de que Walt Disney era nazi (tal como apuntan muchos rumores), ved el siguiente vídeo. Es un corto de 1942 de unos siete minutos de duración, y que no tienen desperdicio. Disfrutadlo, que ahora procederé a analizarlo.
Interesante ejercicio de propaganda, ¿no es verdad? Aun así, y a riesgo de que me moláis a palos, creo que es el corto Disney más inteligente que he visto en toda mi vida. El estilo de crítica me recuerda enormemente al de Charles Chaplin y, de hecho, la escena de la cadena de montaje es calcada a la que el genial Charlot protagoniza en Tiempos Modernos.
Aunque resulta algo chocante ver al Pato Donald con un traje nazi, desde el principio todo es una burla constante a la Alemania de Hitler. Ver a Donald haciendo el saludo hasta en la cama es una clara burla a la obsesión nazi de reverenciar al Führer en cada gesto, en lo que Disney profundiza posteriormente en la cadena de montaje, teniendo el pobre Donald que trabajar y saludar al mismo tiempo. Desde que se levanta hasta que se acuesta, el nazi no puede hacer otra cosa que adorar al líder, cual secta religiosa actual (sí, esas que proliferan en masa en los Estados Unidos y se aprovechan de estrellas de capa caída para promocionarse ejemejemCruiseejemejem). No puede haber nada más en su vida... aparte del trabajo, claro.
La escena de la industria es brillante. La alienación a la que es sometido Donald en su puesto de trabajo resulta apabullante hasta para el propio espectador. De entrada, el edificio, que imita la estética industrial del expresionismo alemán (Metrópolis), resulta aterrador, más una fortaleza de un brujo que un lugar de trabajo. Ya en la cadena de montaje, Donald es sólo un engranaje más (como Chaplin en Tiempos Modernos), un robot al servicio de un fin mayor, como le recuerdan una y otra vez con las efigies del Führer, los altavoces y, por supuesto, las armas. Queda claro, por tanto, que Donald no quiere estar allí, pero que no tiene otro remedio. Está prisionero en ese castillo terrible... para siempre.
Tal es el estrés al que se encuentra sometido, que Donald acaba por perder la cabeza. No es para menos, está sojuzgado desde que se levanta, a golpe de banda militar y uniforme reglamentario. Cuando va a trabajar, lo tiene que hacer cargando un bombo con la esvástica, simbolizando claramente cómo el Estado nazi tiene sometidos a sus ciudadanos, esclavos del régimen que ellos mismos eligieron, y que ahora tienen que sostener, quieran o no.
Sin embargo, Donald se permite alguna que otra licencia, especialmente en el desayuno. Así, en vez de comer lo que un alemán ingeriría, bebe té, se espolvorea en la boca espray con sabor a bacon con huevos y, finalmente, se come una rebanada de "pan", en un claro guiño a la cultura inglesa. De hecho, ese "pan" es madera, como si Donald tratara de decirnos que prefiere comerse algo duro y sin sabor, que un desayuno alemán.
Al final, se demuestra que Donald sólo está teniendo un mal sueño (dejando claro así al espectador que el nazismo también encontrará su fin, como una vulgar pesadilla), y que sigue en sus amados Estados Unidos, los cuales aparecen representados de manera amplia en las ropas de Donald, las cortinas de su casa y la Estatua de la Libertad, la cual abraza, dejando claro que EE.UU. es la tierra de la Libertad, en contraposición con Alemania, el país de la opresión. Sin embargo, yo me atrevería a apuntar que Disney abusa de los símbolos 'yankees' con otra intención, como una burla sutil a la excesiva propaganda a la que los estadounidenses también están sometidos.
Francamente, me ha parecido un corto muy interesante. Confío en que a vosotros también. ¡Saludos!
No hay dos atunes iguales
Hace 2 meses
1 comentario:
Ahora que lo he visto me parece brutal, y tu análisis una labor estupenda, como siempre.
Hijo,que envidia das, sabiendo de tantas cosas :P
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