Entiéndase que el título es de coña, porque hay que reconocer que lo que hizo en su día el australiano Steven Bradbury es digno de los anales de los Juegos Olímpicos. Os sitúo. Olimpiada de Invierno de Salt Lake City 2002. Bradbury compite en la prueba de patinaje de velocidad, en la que posee una marca muy discreta. ¿Su objetivo? Llegar a semifinales, como mucho. Sin embargo, el destino le tenía deparado otra cosa, como podéis ver a continuación:
Y, de esta manera, Australia (y todo el hemisferio sur) ganó el primer y único oro de su historia en los Juegos de Invierno XD Ni que decir tiene que Bradbury fue todo un héroe en su país, una celebridad a la que le concedieron el honor de ser inmortalizada en un sello, cobrando 20.000 dólares australianos por ceder su imagen. Steven Bradbury, un claro ejemplo de cómo la suerte puede resultar decisiva muchas veces, y de cómo el cuento de la liebre y la tortuga se puede hacer realidad de un modo increíble XD
No hay dos atunes iguales
Hace 2 meses
2 comentarios:
Illo tío, que puñetera suerte.
Es que esto no se lo cree este hombre ni siquiera ahora, pero que coña más grande
¡Qué fuerte me parece el vídeo! jajajajajaja Aunque los comentaristas tienen una coña que no veas, ¿no?
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