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jueves, 11 de marzo de 2010

Porque no podemos olvidar

Tal día como hoy, hace seis años, a España se le rompía el corazón en 192 partes. Un horror que ojalá no vuelva a ocurrir jamás, y que no podemos, ni debemos olvidar. Por eso mismo, en memoria de las almas que perdieron su vida aquella funesta mañana, publico este poema. No es mío (ya sabéis que soy un lírico pésimo), sino de Javier Méndez, y lo he seleccionado por su innegable belleza y sensibilidad.
Por Madrid; por vosotros...
LÁGRIMAS TRISTES DEL CIELO

Camina la sombra por los prados
verdes de una húmeda primavera
entre las lágrimas de los muertos.

Camina la sombra por los prados
secos de un cálido verano
entre los rayos de las almas.

Solloza el cielo, triste
gimen las nubes que cruzan
como fantasmas que lloran
como lágrimas tristes del cielo.

Del fondo del ser
del abismo que se esconde
tras las cortinas de la carne
suena la voz
la melodía del sentimiento
atrapado entre los pliegues
de la vida:

Necesito verte serena
caminar entre los cañizos
altos del bosque gris
de cemento
que forma completa la ciudad.

No quisiera confundir
las andanzas, acechanzas
de un tiempo remoto
ido, pasado sin color
que como las estelas
de la mar, el mar
dejan rastro plateado
de su paso.

No quisiera dejar pasar
el día solo que oscuro se marchita
cubierto, enterrado por el humo
que sucio cubre las paredes
de la ciudad marchita.

Verte con la cara límpida,
fresca y secuestrada
por la sonrisa.
Oler tu cuerpo, tu voz
clara que resuena
entre las lágrimas
cubiertas de acero gris
duro que forma
la coraza de un mundo
desabrido, solitario, mudo,
abandonado entre la suciedad
de su propio destino
que sin alzar la vista
cabizbajo, llora
los paraísos perdidos, añorados.

Perdida la sangre
en el ocaso de una vida
marchita, malograda
grita desesperada
hasta desgarrar la voz
sin voz,
el silencio ausente
el silencio que desgarradamente
grita por hacerse oír:

Siento añoranza oscura
de lo oscuro que lentamente
se llena de luz.
Tengo frío, tengo miedo
el espanto cegador abrasa
la esperanza liberada.
Siento el calor de la carne
que levantándose sobre sí
se atrevió a mirar el mundo
de frente, de pie
desafiadamente, atrevidamente
con la locura en la mirada
que el transfondo transparente
adivina la nada, el sueño,
el abismo al que llaman alma.

Sentida la felicidad
de un pasado inmaculado
que quedó olvidado
pintado, salpicado de la sangre
roja de inocentes.

La tierra, fría
se estremece temblando
de los surcos que los humanos
horadan en su piel.

Desgraciadamente
hemos perdido la luz
que llena el fondo de la mirada
mirada oscura
que solo mira afuera
ojos profundos
que se adivinan vacíos
estériles, solitarios, mudos
transparentes en su mirar.

Lentamente
nos hemos hundidos grises
sin llenar las horas muertas
que danzando
acechan en las sombras opacas
quietas contra la pared blanca
se adivinan sucias
miserables, profundas, huecas.
Llenar el espacio que llenan
las sombras solas,
escribir tu nombre con palabras
de viento frío
aliento vaporoso
que apenas besa tus labios.
Calladamente
se abren sitio los silencios
entre las grietas del ruido
dejando escapar un suspiro
suspiro que tirita
vaho temblón
suspiros de vida
lamenta el día
lamenta la noche
las estrellas suspiran por recoger
los restos de la vida
como lágrimas tristes del cielo.

Javier Méndez
(Madrid, España)

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