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viernes, 1 de mayo de 2009

Au revoir...

No te pude decir adiós. Te marchaste sin avisar, en un caluroso uno de mayo, el día del trabajador. Un curioso homenaje que la vida te ha brindado a tí, posiblemente uno de los hombres más entregados que jamás haya conocido. Quisiera haberte abrazado por última vez, haber charlado contigo en francés (como te gustaba hacer), haber escuchado tu voz, aunque ya te costara reconocerme... Sin embargo, has decidido irte de nuestro lado sin más, sin una sonrisa final con la que recordarte para siempre.

Te fuiste sin dolor, poco a poco. La Muerte fue compasiva, y te acogió en su regazo antes de que te sometieras a una arriesgada operación, a un post-operatorio insufrible, a una vejez sin memoria y dignidad por culpa del demonio del Alzheimer. Y solo ese pensamiento me consuela en estos momentos de duelo, en los que las palabras salen con cuentagotas de mi mente y mis labios.

Ignoro si esto ha sido designio de Dios o tuyo, aunque conociéndote, seguro que la decisión última la has tenido tú. Pues eras un hombre recio y sacrificado, que nunca pensó en sí mismo. Quiero creer que, con tu último aliento, has querido realizar el mayor de los sacrificios: el de tu propia vida en favor de las nuestras. Y, aun así, no puedo alegrarme de ninguna de las maneras. Y es que todos te amábamos, desde tu mujer a tus nietos, y deseábamos tenerte a nuestro lado un poco más. Solo un rato más...

Tu nombre no pasará a los libros de historia, pero yo siempre te recordaré como el hombre que acompañaba a mi madre al cine cuando las zorras de sus amigas la dejaban tirada; como la persona que me llevaba en su moto cuando era pequeño; como el ser humano que despertó mi pasión por los idiomas y la música clásica... Sé que no es mucho. Me encantaría darte el homenaje que te mereces, que el país entero estuviera de luto para rendir pleitesia a tu memoria... Aunque supongo que eso no te habría gustado. No eras un hombre excéntrico, o al que le agradaran la suntuosidad o la ostentación. Eras un ser humano humilde, y así espero que sea este escrito con el que quiero despedirme.

Ojalá estuvieras aquí para leer esto. Ojalá sepas lo mucho que todos te quisimos, aunque no fueras un hombre perfecto. Ojalá sepas lo orgulloso que me sentía de que fueras mi abuelo, mi padrino, mi amigo. Te marchaste sin que te pudiera decir todo esto por última vez y, por eso, nunca me perdonaré. Podría haberte ido a ver ayer mismo, pero no creí que esto fuera a ocurrir. Pensaba que estarías a mi lado todavía para verme colocado, trabajando honradamente y dispuesto a encarar los retos que me llegaran de la vida. Tenía la esperanza de verte sentado a la mesa de mis padres estas próximas Navidades... Pero ya no podrá ser... Me has dejado. Nos has dejado.

Puede que ahora estés disfrutando de una hermosa alcoba en el Paraíso. O quizá reencontrándote con tus hermanas, tus tías, tus padres. O a lo mejor tu alma esté visitando en este instante el Louvre o el Ermitage, conociendo tu amada París, disfrutando de un gran concierto de música clásica en Viena... Ignoro dónde estarás y qué estarás haciendo, pero sea lo que sea, seguro que eres feliz y estás en paz, pues esa debería ser la recompensa de los hombres buenos y honrados como tú al final de sus vidas.

No sé qué más decir. Podría hablar de tu vida, tu entrega, tu amor por tus hijas... Pero diga lo que diga, no te haré justicia. Tú te merecerías mucho más que unas simples líneas en un blog de Internet, pero es todo cuánto te puedo ofrecer, así como la promesa de que cuidaré de la abuela en tu nombre. Solo te pido que me des fuerza para brindarte mi último adiós en persona, y que me guíes con tu sabiduría desde allá dónde estés, para así convertirme en el nieto que hubieras deseado que fuera.

Hasta siempre, abuelo padrino. Au revoir, mon ami. Je ne te oublierais pas, Jerónimo. Te quiero...

5 comentarios:

Marta G. Navarro dijo...

Estoy convencida de que ya eres el nieto que él deseaba. Un abrazo y mucha fuerza ;)

Celebnár dijo...

Sé que es difícil, Alberto, pero no te culpes por no haberle dicho esas últimas palabras, porque quienes nos quieren saben lo que no les decimos, y aunque no salgan esas palabras de nuestros labios, las sienten como dichas. Yo tampoco me despedí de mi padre y, aunque no es lo mismo, descubrí en unas notas palabras suyas que me hicieron saber que lo sabía.

Y siempre nos queda todo lo que nos dejaron, que es mucho, por lo que siempre estarán con nosotros.

Lo siento muchísimo, guapísimo.
Un besazo y un abrazo de oso ¿vale?
:*

Findûriel dijo...

Un beso muy grande, Aeglos :)

Findûriel

Narya-Mithrandir dijo...

Estoy convencida de que ya eres ese hombre del que tu abuelo puede sentirse orgulloso.

Para lo que necesites ya sabes que estoy aquí.

Un abrazo inmenso, nene.

De

Diana dijo...

Un besote y un abrazo enorme Alberto